En la cárcel____________
F.Nietzche, Aurora
_________Aforísmo N_117
Mi ojo, ya sea débil o fuerte, sólo ve hasta cierto límite, y en este límite pienso y vivo, esta línea de horizonte es mi destino próximo grande y pequeño, al que no puedo escapar. Cada ser está rodeado, de este modo, por un círculo concéntrico, que tiene un centro que le es propio. De manera parecida nuestro oído abarca un pequeño espacio y lo mismo, el tacto. Según estos horizontes, en los que nuestros sentidos nos encierran como entre los muros de una cárcel, medimos el mundo, definimos como próximo esto, como lejano aquello, esto pequeño, aquello grande, esto duro y aquello blando: a este medir lo llamamos sentir, -¡en sí son puros errores! Por la cantidad de experiencias y emociones, que nos son posibles por término medio en cierto tiempo, medimos nuestra vida como breve o larga, pobre o rica, llena o vacía; y por la vida humana media se mide la de todas las demás criaturas,-en sí son puros errores! Si tuviéramos ojos cien veces más penetrantes para la proximidad, el ser humano nos parecería enormemente alto; incluso son imaginables órganos según los cuales nos parecería inabarcable. Por otro lado, los órganos podrían ser de tal índole, que sintiéramos sistemas solares enteros concentrados y apretados como si fueran una sola célula: y ante seres de un orden contrario una célula del cuerpo humano podría presentarse como un sistema solar en movimiento, estructura y armonía. Las costumbres de nuestros sentidos nos han envuelto en la falacia de las sensaciones: éstas son, a su vez, las bases de todos nuestros juicios y “conocimientos”, -¡no hay escapatoria, no hay atajos ni rodeos para llegar al mundo real! Somos arañas en nuestra red, y cacemos en ella lo que cacemos, no podemos cazar nada más que lo que puede cazarse con nuestra red.